Al concurso asistieron 500 participantes pero ninguno logró cocinar un "moros y cristianos" como Rodolfo, y el Papá quedaría maravillado por el sabor distinto de la cocina del cubano, además, Blanco Santos reconoció que en Cuba no había tenido pareja alguna, que era asexual y devoto de la Virgen de la Caridad del Cobre. Y esto fue suficiente para que Francisco lo pusiera al frente de la cocina del Vaticano.
La experiencia del cubano, nacido en un barrio pobre, de padres divorciados y con ciertos trastornos de personalidad, le hicieron merecedor absoluto de un puesto concedido sólo a personas de altísima confianza.
El propio Papá Francisco aseguró, que no encontraría cocinero con mayor experiencia que Rodolfo, quien fue el primero, aún siendo maestro emergente, en explicarle a sus alumnos, después de Fidel Castro, el funcionamiento de las ollas arroceras.
"Ya tenemos un cubano en el Vaticano carijo": exclamó Eusebio Leal al enterarse de la noticia y salió a andar la Habana.
Por Cristino de la Cruz, nuestro enviado especial en el Vaticano.